El diseño actual es lo contrario de la creatividad. Antonio Costa traza un análisis muy personal sobre cómo cierto diseño homogéneo se está imponiendo en diferentes aspectos de nuestra vida. Por el camino repasa estilos, vanguardias y artistas de diferentes países y épocas. Y mediante sus viajes nos retrata un mundo en vías de desaparición.
En el salón de los hogares destaca el blanco, la mesa y las sillas regulares, las casas cada vez más parecen oficinas. Su interior es como manda el catálogo de Ikea. Y es que las habitaciones personales e intimistas acarrean un peligro, en ellas la gente se recrea en sus recuerdos y deseos, y eso puede estropear la tranquilidad del mercado. A este paso viviremos en casas sin una esquina para la imaginación y el delirio, para los secretos. El diseño contemporáneo prohíbe las sombras, todo ha de ser diáfano, ese es el estilo transparente de estos tiempos.
El diseño está más presente en nuestro día a día de lo que pensamos: casi todo lo que nos rodea ha sido diseñado previamente y fabricado en masa, empezando por nuestra ropa. Hace solo unas décadas, los objetos a la vez que útiles eran bellos, incluso estaban hechos a mano y tenían una parte de alma. La cocina de diseño es también abstracta, sus platos son experimentos conceptuales para hipsters y el chef de moda necesita ser alabado en los medios. Diseñan grandes plazas vacías que son tristes superficies sin bancos ni fuentes, porque la gente estorba. Los arquitectos y urbanistas también diseñadores trabajan a menudo para el poder, y mediante la construcción del entorno han logrado domesticar a las personas. Nuestras ciudades han mutado, ya apenas hay librerías, placitas o tabernas, pero brotan tiendas de móviles en cada esquina. Y la estética del teléfono móvil se traslada a todas partes. Nos están secuestrando el mundo, los gobernantes arreglan el centro para los ricos y echan a los demás a las afueras.
La vida se está convirtiendo en una fotocopia: los objetos personales, los muebles, los bares, los utensilios cotidianos y hasta las ciudades son hechas en serie (como culmen, las urbanizaciones). La misma tendencia se globaliza y te atrapa, acabando con la originalidad de otras culturas. Por eso ya no hay verdadero viaje. Con su geometría artificiosa, los nuevos diseñadores te desconectan de la vida libre e imprevisible. El cuarto de Dylan Thomas reivindica que otro diseño es posible y para ello se inspira en Proust, Rilke o William Morris, en la música, en el arte y en algunas películas.
El cuarto de Dylan Thomas
- Antonio Costa
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